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Auctoritas. En Roma, no era lo mismo que poder (potestas). El poder manda, pero la auctoritas persuade. El poder se impone, la auctoritas se gana. Era el prestigio moral, el respeto construido con experiencia y constancia.

Augusto de Prima Porta
Los primeros 20 años de mi vida laboral transcurrieron en el mundo de la consultoría. Por eso, la mayoría de mis anécdotas tienen ese “ambiente” como telón de fondo. La consultoría es un espacio donde se aprende muchísimo, pero también donde la presión por resolver todo lo antes posible —dentro de un sinfín de restricciones— se vuelve el pan de cada día. A pesar de todo, agradezco lo bueno de esos años.
Mucho se habla de liderazgo, autoridad y trabajo en equipo en el área de sistemas. Aquí van mis dos centavos sobre el tema. Pero, como diría Jodorowsky, esto es: “Según lo que yo sé, hasta cierto punto y a riesgo de equivocarme”.
En el mundo del software, no siempre se respeta a un líder porque sepa más de lenguajes, sistemas operativos o arquitectura. Muchas veces se le respeta más porque encarna valores que inspiran y generan confianza.
Anécdota 1 – El jefe realista en las retrospectivas
Tuve un jefe que, cuando cometíamos errores en algún proyecto (eran desarrollos en cascada en aquellos años), me decía antes de entrar a lo que hoy serían las ceremonias de retrospectiva, juntas presenciales en salas enormes, donde cada proveedor se atrincheraba con argumentos para decir que “todo bien de este lado”, y en la cabecera el dueño del proyecto, y si tenías suerte, algún director, listo para hacer que “las cosas fluyan”:
"No nos fue bien en esta entrega, debemos ser honestos, seamos directos, no tengamos conmiseración por nosotros mismos, hoy saldremos golpeados. Nuestro objetivo es no salir tan golpeados, empujemos a todos los equipos hacia adelante, somos buenos en lo que hacemos y debemos dejarlo claro.”
Desde esas conversaciones admiré su enfoque realista, admiraba que, siempre antes de una junta, me dijera cuál era el objetivo principal, cuáles eran los puntos flexibles de negociación y, sobre todo, que con esos elementos, me dejara hablar, llegar a acuerdos y tomar decisiones (con sus respectivas consecuencias), confiaba en mí a pesar de que eran mis primeros proyectos.
Fue alguien nacido para liderar.
Anécdota 2 – El jefe templado en la gran decisión
Tuve otro jefe que, lo recuerdo muy bien, un día nos llaman de imprevisto, para ir a una oficina de una empresa con sucursales en todo el país. En esos años, era obligatorio llegar de traje y corbata a tu oficina, justo para este tipo de eventos, siempre listos para ir a ver al cliente a sus oficinas.
Llegamos a las oficinas de ese cliente y al entrar en una sala enorme, con más de 30 personas, nos comunican que tenemos la oportunidad de tomar un proyecto de gran tamaño.
Cuando escuché la cantidad de aplicaciones que teníamos que migrar pensé:
"Tenemos trabajo para un par de años, ya se hizo la machaca (un mexicanismo norteño para decir: hecho está)".
Sorpresivamente, después de escuchar los requerimientos y justo cuando debíamos decir: "Cuenten con nosotros, ¿Cuándo comenzamos?", mi jefe dice: "Es un proyecto muy grande, rebasa por mucho nuestra capacidad de respuesta, pero, no se preocupen, tenemos aliados que pueden tomar este proyecto y les garantizamos que la calidad del trabajo es igual a la que nosotros ofrecemos y a la que ustedes esperan".
Al salir de la junta, ya en el taxi (no había uber en esos años), le pregunté por qué rechazó la oferta, si con ese proyecto todos estaríamos ocupados por al menos 2 años, y, con toda la templanza del mundo, me dijo. "Tomar ese proyecto implica contratar más personas, y la fortaleza de nuestra empresa es que nos conocemos entre todos, existe ya una relación de confianza antes de que entren a la empresa, no es sencillo integrar a alguien; además, tenemos en ejecución un plan de crecimiento que debemos respetar. Aceptar este proyecto nos desviará de ese plan un par de años".
A la distancia, reconozco y agradezco que siempre me compartía de raíz el porqué de ciertas decisiones a nivel directivo de la empresa, eso te da a entender que eres importante, aun cuando tu rol sea solo el de un consultor entre varios.
Siempre admiré su templanza, pero, desde ese día, supe que la empresa estaba y siempre estuvo en buenas manos, teniendo a un líder cuya templanza es digna de admirar.
Reflexión
Claro que buscamos que nuestros líderes tengan mayores skills técnicos que nosotros; eso da confianza en su criterio. Pero el respeto profundo no se gana solo con saber más, sino con demostrar valores que inspiran.
¿Hay algo mejor que un líder que tiene los valores que te inspiran o que domina las skills técnicas que admiras? Sí: alguien que combina ambas cosas. Son personas que marcan tu vida y que, aun cuando no sean tus jefes, ejercen liderazgo sobre ti e inspiran a ser mejor persona.
Tuve la suerte de conocer a alguien así. Además de su alto perfil técnico, en las noches de bohemia (esas que ya les he insinuado), justo a la medianoche, lanzaba un koan o relataba un acertijo al estilo del Mullha Nasrudin. ¡Qué maravilla!
La auctoritas no siempre viene de un cargo. No todos tus líderes son tus jefes, no olviden eso.
Incluso hay líderes que lo son sin saberlo. Su personalidad inspira, genera confianza y, casi sin darse cuenta, atrae seguidores. No tienen cargo formal, no aparecen en el organigrama ni en la cadena de mando, pero son quienes logran que el equipo se calme en medio de una crisis, quienes tienen siempre la frase justa para dar ánimo o la capacidad de escuchar sin juzgar.
Esa es la auctoritas más pura: la que nace del respeto genuino, no de un cargo ni de un título.
El Problema.
Ocurre algo curioso con los puestos medios: muchos confunden autoridad con control. Una cosa es que exista una línea de autoridad y otra muy distinta que alguien tenga que hacer lo que tú quieras, de la forma que tú quieres. Esa confusión suele ser el origen de muchos malentendidos y conflictos.
Un jefe puede imponer por jerarquía (potestas), pero si no inspira respeto, lo único que obtendrá será obediencia temporal. En el largo plazo, los equipos obedecen a los cargos, pero siguen a las personas.
El equilibrio
En aquellos primeros años de consultoría eran comunes los regaños con rostros molestos, gritos y aspavientos. Era muy raro escuchar al líder del proyecto o al PM decir: “El equipo de desarrollo no tiene por qué estar en esta junta. Ellos hicieron lo que pudieron todo el fin de semana; creo que el tema es otro, es mejor que salgan de esta sesión.”. Pero ocurría. Entonces salías de la sala y, a través del cristal, solo veías los gestos y ademanes del cliente.
En consultoría, la auctoritas de un líder no se mide solo en proyectos llevados a producción, sino también en cómo protege a su equipo, al cliente y a la empresa.
A largo plazo, ayuda mucho más conocer al equipo, compartir decisiones, involucrarlos, que te vean de cerca y conozcan a la persona. No hace falta ser Máximo Décimo Meridio para que el equipo responda de la manera adecuada durante largos periodos de tiempo. Basta con estar cerca y dejarse conocer.
En el istmo
En Oaxaca, y por supuesto en el Istmo, la figura de los adultos mayores sigue siendo una fuente de respeto y de esa auctoritas que mencionamos al inicio. Los abuelos son la esencia de la familia: las abuelas guardan las recetas y los consejos familiares, los abuelos transmiten los secretos del campo y la siembra, y juntos conservan el zapoteco como lengua materna (hasta donde la modernidad —y los padres— y el tiempo, les permiten).
Quiero pensar que esto también ocurre en otros estados de México y del mundo. No se trata de una gerontocracia, sino de un sistema alterno de autoridad y apoyo, que ahí está y quizá seguirá algunas décadas más.
Incluso la adopción de la palabra abuela al zapoteco, “Ñaa vida” —que podría traducirse como “la madre de mi vida”—, y la de abuelo, “Bixhose vida”, reflejan esta importancia. (Es mi traducción libre, hay muchas variantes del zapoteco en Oaxaca y esta traducción está dada por lo que conozco).
La fotógrafa Graciela Iturbide (Premio Princesa de Asturias de las Artes 2025) lo supo ver: algunas de sus imágenes de Juchitán destacan precisamente a los adultos mayores como guardianes de la identidad cultural y familiar.
Esta es una foto que me gusta mucho:

Manos Poderosas. Foto.
Graciela Iturbide. Manos poderosas - Juchitán. 1986
Tomado de: http://www.gracielaiturbide.org/juchitan/attachment/18/
Cierre
Hace 10 años no había tantos layoffs y era más sencillo notar ciertos patrones. Cuando alguien de tu equipo (o proyecto) se iba de la empresa, era común que, pasados apenas un par de meses, otra persona más renunciara. La mayoría de las veces lo hacían para seguir a quien se había ido primero; otras, porque ya no se sentían a gusto y preferían buscar un lugar donde volver a estarlo. No era raro que no fuera solo una, sino dos o tres personas. En Recursos Humanos se preguntaban: ¿Qué pasó? Si la primera persona que se fue ni siquiera tenía personal a su cargo.
Con el tiempo entendí que la auctoritas no se mide en cuántos te obedecen, sino en cuántos confían en ti, incluso cuando ya no estás presente.
Omnia sunt communia.
@RuGI
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