¿Qué Queremos Realmente ?

México es un país muy complicado. No nos tenemos confianza entre nosotros mismos y nuestras ideologías y preferencias partidistas van por encima del bien nacional; preferimos que algo no se haga a que lo haga el contrario, aún si sabemos que es bueno, útil o necesario. Esto nos ha llevado a una inacción de proporciones alarmantes y a una costumbre muy dañina, que es planear ad infinitum para posponer, o de plano no tomar, decisiones. Y así vamos por la vida, anclados a un pasado glorioso que nos dicta nuestro quehacer, mientras otros simplemente ven hacia el futuro y progresan.

El problema en estos tiempos es que todos los países nos están rebasando y nosotros seguimos metidos en nuestro profundo laberinto de ideologías, en lugar de enfocarnos a lo que es bastante evidente que puede sacarnos del atascadero, que es crear una base de industria mexicana globalmente competitiva.

Tal vez la excepción hoy sea el programa Prosoft de la Secretaría de Economía, que fue desarrollado en conjunto por la propia industria, el Gobierno y la Academia. Afortunadamente ningún partido político ha visto al software con malos ojos, tal vez por que ninguno de nuestros próceres tuvo nada que decir sobre él. Es más, nos tocó ser testigos de que al construirse el edificio para empresas de software en Vallejo a finales del sexenio pasado, tanto en las ceremonias de la primera piedra, —en plena campaña presidencial—como en la inauguración, —con Reforma tomado—se dieron un cordial abrazo el Jefe de Gobierno y el Secretario de Economía, ambos apostando por la industria de software mexicana sobre los problemas políticos partidistas.

Sin embargo, aunque el horizonte parece lleno de esperanza, vamos demasiado lento, o todos los demás van muy rápido. Y es que sin importar la ideología política de cada país, ellos ven primero por lo que les conviene y se dedican a tomar medidas pragmáticas para lograrlo. Un día Deng Xiaoping dijo que era glorioso ser rico, y todo China se volcó a lograrlo. Gran idea, especialmente comparada con la idea que parecemos tener sobre proteger la pobreza en lugar de fomentar la riqueza; parece que es más fácil ayudar al pobre a seguirlo siendo, que crear las condiciones que generen riqueza.

La excelencia en el estudio
Como ejemplo de esta situación que sufrimos, hago un pequeño comentario sobre la educación. Un día me dijo una maestra de primaria que no era posible exigir la tarea a un niño que no desayunó; le respondí que con esa filosofía probablemente este niño no iba a desayunar toda su vida. Nuestros gobiernos se han dedicado a cubrir con sus alas protectoras a la ciudadanía, especialmente si son pobres, dejándolos en su ignorancia, en lugar de demandar la excelencia en el estudio y luego en la vida. Para cualquier país inteligente que cree realmente en la educación de calidad, ésta es la única actividad donde el elitismo es totalmente aceptado: al niño o niña que tiene el cerebro se le dan todas las facilidades para que obtenga la mejor educación posible, viéndolo/la realmente como el futuro del país. Al que no, se le da solamente el mejor nivel de educación que pueda absorber. En cambio, en México alegamos que la educación universitaria debe ser para todos, y así tenemos que la mejor institución educativa del país debe aceptar muchachos que escasamente saben leer porque “recibir una educación universitaria es su derecho como mexicanos”, cuando el principio debería de ser “recibir una educación al límite de su capacidad es su derecho como mexicanos”. En el primer mundo, China, Cuba, los países asiáticos y los de Europa Oriental, la educación masiva sin requisitos no existe; los que estudian son los que se lo ganan y lo saben desde la primaria, y por eso nos rebasan con mucho. A ellos se les exige mucho y se les trata como adultos, a nosotros se nos da poco y se nos trata como niños.

Pero regresando a nuestra industria de software, aunque aún vamos increíblemente lentos –recuerdo que hace 11 años, cuando todo este movimiento empezó, consideré que en unos dos o tres años estaríamos en camino a ser un país de software, ya que era tan obvio el negocio-país para México— parece que avanzamos y estamos empezando a ver un punto de inflexión ascendente en la curva de la industria, que debería ser exponencial, como lo ha sido en India o Irlanda. Analizando hoy lo que ha pasado en esos 11 años y el estado de nuestra industria, considero que lo que hace falta ahora es la infraestructura para fomentar el crecimiento, la que se encuentra en los parques de software. La razón es que la gran mayoría de nuestras empresas, que de hecho son muchas, son demasiado pequeñas para poder competir, no importa qué tanta calidad logren tener. En un mercado de servicios, el tamaño es crucial.

Parques tecnológicos
Los parques tecnológicos, en particular los de software, pueden permitir que varias empresas pequeñas se conozcan y promover el que existan motivadores para que logren juntarse en una empresa mayor que tenga la capacidad de atraer clientes e inversionistas. Una empresa de veinte personas apenas podrá llevar alguna metodología de calidad y no logrará tomar clientes interesantes ni mantener al día a su gente o contratar a la gente más capaz a causa su tamaño. Pero si se juntan varias empresas, logrando unos 200 – 250 empleados, esta nueva empresa ya estará en capacidad de buscar mercados más interesantes, de tener capacidad para dar el entrenamiento continuo indispensable a todos sus empleados y de crecer. Todo esto además la puede hacer interesante a los ojos de inversionistas que puedan aportar el capital necesario para un crecimiento mucho más rápido. Recordemos que la demanda por servicios de software es tal que toda la industria India sigue creciendo a más del 20% anual y su tasa promedio anual durante los últimos 20 años es cercana al 30%.

Hoy un parque de software es algo que interesa a muchas entidades. Se han experimentado varias formas de financiamiento, pero considero que la ideal es la ya probada en varias partes del mundo: el gobierno interesado dona el terreno, una empresa que tenga los conocimientos apropiados construye y promueve, y las empresas de tecnología que se instalan ahí tienen las ventajas de un precio menor al del mercado (a cambio del terreno que donó el gobierno), un ambiente adecuado para la sinergia y las asociaciones, así como para la enseñanza accesible de conocimientos para las mismas empresas y sus empleados, y un lugar donde la gente pueda crecer profesional, intelectual y hasta personalmente.

Logrando entes productivos
Si realmente queremos desarrollar esta industria, los gobiernos tienen que estar convencidos, no sólo de dientes para afuera, sino con su bolsillo y sus propios proyectos, hasta ahora internos, de desarrollo de software. La entidad que realmente quiera será ganadora indudablemente. La que entre tibiamente, se quedará en el camino. Una buena planeación a mediano y largo plazo y una visión verdaderamente de estado harán milagros por la economía de aquellos estados que de veras quieran. Ya estamos viendo que existen estados importadores y estados exportadores de talento, y esto sólo se debe a que algunos tienen ideas y modelos mejores que otros. Nosotros en Prosoftware, una asociación creada para construir el primer clúster de software en el DF, promovemos que las empresas que se sumen a nuestra asociación lo hagan para crecer y ser mejores; los que no tengan estas metas, no podrán ser asociados. Queremos cambiar el esquema de dádivas improductivas por el de ayuda para lograr entes productivos para la sociedad. Queremos demostrar que habemos muchos que sí queremos y que podemos sacudirnos el paternalismo tradicional y usar la reciente libertad de que gozamos para construir una industria productiva para el país.

Acerca del autor Rafael Bernal,  se dedica desde 1997 a promover una industria mexicana de software competitiva. Su experiencia de 35 años en software incluye CIO en Procter & Gamble México, fundador de Heurística en 1982, entrepreneur en Silicon Valley  y actualmente Presidente de Prosoftware, A. C., desarrolladora del clúster de empresas de software del Distrito Federal. Rafael considera que la riqueza de un país está en su gente.