Temperantia: La importancia de saber dar y recibir retroalimentación en estos tiempos

Temperantia

Temperantia. Significa moderación, equilibrio, mesura. En el trabajo, rara vez la tenemos presente… hasta que la necesitamos.

Hace años, en una reunión de seguimiento, vi dos escenas que aún recuerdo claramente: Mariana había resuelto un problema técnico complejo en tiempo récord, alguien la felicitó, ella se encogió de hombros y dijo: “no fue gran cosa”. Minutos después, Juan, sin conocer el contexto, afirmó que él lo habría hecho “en la mitad del tiempo”.

Dos extremos.

  • Uno, incapaz de ver su propio valor.
  • Otro, ciego ante el valor de los demás.

Y entre ambos, un espacio donde la Temperantia podría habitar: la retroalimentación objetiva, recibida y dada con la misma precisión con la que uno calibra una brújula antes de iniciar un largo viaje.

A lo largo de los años,  yo mismo me he encontrado más de una vez con situaciones que me llevaron hacia esos extremos, a veces sin darme cuenta.

Les comparto dos ejemplos que mantengo siempre frescos:

 

Anécdota 1 – La idea que nunca despegó.

Tuve un jefe que tenía la peculiaridad de nulificar cualquier idea que le llevara. A veces, le planteaba propuestas que para mí eran totalmente viables, como decíamos antes en México: “le aventaba un torito”, solo para ver cómo las refutaba… y siempre lo hacía.

Recuerdo que una vez le dije: “¿Te acuerdas del código con JNI que hiciste? El que logra hablarle al escáner.

Encapsulé todo en un applet (sí, amigos, yo programé applets… y no solo uno, varios), incluí la DLL dentro del applet; al iniciar, el applet busca una carpeta disponible donde pueda escribir y que también sea parte del LIB-PATH, se escribe ahí la DLL, y listo. Ya podemos hablarle al escáner desde un browser. ¿Te parece si lo comercializamos? Además de impresoras, podemos hablarle a cámaras web y tomar fotos, en realidad le podemos hablar a cualquier cosa con TWAIN (el protocolo que en ese entonces capturaba una imagen)”.

Él contestó, apático: “No, para qué. Solo lo usaremos para este proyecto y después dudo que a alguien más le sirva.” Y remató: “Mejor terminemos esta otra cosa del proyecto”.

En ese momento, mi ánimo bajó —pensé que no iba a pasar, pero pasó; uno no tiene control supremo sobre sus emociones—. No busqué otra opinión, no validé la idea con nadie más, ni dentro ni fuera de la empresa. Con el tiempo entendí que esa falta de validación externa fue un error mío.

 

Anécdota 2 – La entrevista inesperada.

Hace un par de años, después de muchos años sin realizar entrevistas laborales, tuve una.

Hasta ese día mis entrevistas para entrar a una empresa habían sido en un café platicando de experiencias previas, o resolviendo algún “challenge code” en Java. No estaba enterado de cómo eran ahora, tampoco investigué mucho.

La primera pregunta fue: “¿Qué significa SOLID?”

Abrí un IDE y empecé a codificar: “Bueno, empecemos por la inyección de dependencias, acá tengo código que puede ayudar a explicar el concepto…”.

Los entrevistadores me detuvieron: “No, no queremos código. Dinos, en orden, qué significa cada sigla.”

La verdad, en ese momento no recordaba exactamente qué significaba literalmente la “S” y respondí: “El primero nos habla de la responsabilidad única”. Me interrumpieron nuevamente: “Queremos el significado exacto. ¿Qué significa la ‘S’?”.

Preferí ser honesto: “No tengo fresco qué significa la S, pero puedo describir con código algunas buenas prácticas que seguro la incluyen”.

La entrevista se detuvo ahí.

Días después quisieron continuar el proceso, pero ya no me sentía cómodo. Reflexionando, entendí que llegué con exceso de confianza y poca preparación a esa entrevista, además de —en ese momento— sentirme “2 pesitos” con el ego raspado.

 

Reflexión conjunta.

En ambos casos, me faltó calibrarme.

  • Con el jefe, dejé que una sola voz apagara la idea sin buscar otros puntos de vista.
  • En la entrevista, me confié demasiado, pensé que mi experiencia hablaría por sí sola y después me falto humildad para continuar con el proceso.

Hoy, tengo dos reglas claras:

  1. Cuando tengo una idea, la valido con al menos tres personas de confianza y de distintas áreas.
  2. Repaso el significado exacto de siglas clave como SOLID (y otra media docena), además de su aplicación real. También intento estar al tanto de las tendencias en reclutamiento (lo de hoy -no puede ser de otra forma- es que todo el proceso sea asistido con una IA).

El problema.

Por un lado:

  • El síndrome del impostor nos lleva a filtrar o descartar retroalimentación positiva, lo que limita nuestro crecimiento.

En el otro extremo:

  • El exceso de confianza hace que ignoremos retroalimentación constructiva y nos cierre puertas de colaboración.

El término síndrome del impostor fue acuñado en 1978 por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes para describir cómo personas con logros evidentes sienten que no merecen su éxito y temen ser “descubiertas” como un fraude.

Sin embargo,  en nuestro mundo de la informática y los sistemas, fue hasta la última década, con el auge de comunidades técnicas online, conferencias y las benditas redes sociales, que comenzó a permear en el día a día profesional.

Si escribes “síndrome del impostor”, en cualquier buscador obtendrás varias páginas de resultados, la mitad de publicaciones de psicología y la otra mitad de páginas relacionadas con sectores tecnológicos o financieros.

En la primera década de los 2000, yo no recuerdo haber escuchado ese término, de verdad.

Lo que sí recuerdo es que en esos años, lo único que nos evitaba caer en la locura evidente y disfuncional eran los: viernes de alitas, los jueves de pozole y/o alguna otra “tradición” (a veces non santa, a veces muy cara) que nos permitía compartir reflexiones con nuestros pares, validar que todos fallamos, disculparnos con el equipo… y de paso divertirnos un poco ;) ;) .

(¿Recuerdan que les comentaba anteriormente que es bueno ir a eventos de tecnología? Eso también ayuda hoy en día a regularnos.)

Por otro lado, el exceso de confianza tampoco perdona.

No solo ocurre con personas con mucha experiencia, he conocido estudiantes o recién egresados que por las credenciales de su instituto (sea privado o público) piensan que están listos para lo que se les ponga enfrente.

3 Doritos después, el mundo les dice: “échate este trompo a la uña”. Y reciben un golpe de realidad.

El equilibrio.

Tuve otro jefe que siempre nos ponía pruebas… y a prueba. No solo a los nuevos, a todos.

De pronto nos mandaba a ver a un cliente sin previo aviso, o nos subía a una llamada de manera repentina para contestar alguna duda. A veces nos asignaba un problema técnico para resolver “para ayer”. “Es que tengo que evaluarlos, si no, ¿Cómo sé que son buenos? ¿Cómo sé que siguen siendo buenos?”, me decía ya entre risas en alguna de estas convivencias que les cuento.

Me quedé pensando mucho en eso y con el tiempo encontré la respuesta: la retroalimentación.

Aunque no siempre nos guste, debemos recibir retroalimentación constante para saber en qué estado están nuestras habilidades y conocimientos. Tal vez el problema en estos días no es que falte retroalimentación, sino que muchas veces no es objetiva, se da de forma poco empática… o, de plano, no se da aunque la pidamos.

 

Recibir retroalimentación en estos tiempos

Actualmente, la mayoría de las empresas cuentan con mecanismos para buscar retroalimentación. A mí solo me han aplicado dos, así que comento desde mi experiencia:

1. Evaluación 360°. Recibir retroalimentación de líderes, pares y personas que dependen de ti. El punto de fallo que le veo, especialmente en empresas de consultoría, es que a veces cambias de cliente, proyecto o equipo a mitad o a finales de año. Esto puede hacer que la evaluación no refleje todo tu esfuerzo anual. Aun así, es un buen comienzo.

2. One-on-One Meetings. Reuniones privadas y periódicas con tu líder para abordar logros y áreas de mejora. El reto aquí es mantener la periodicidad y la habilidad de tu líder/manager para dar retroalimentación. Si dejan de ser semanales y pasan a ser mensuales o bimestrales (o no se dan), o si un mensaje no se comunica con claridad, uno puede creer que todo está bien… o que todo está mal.

Cuando no existen estos mecanismos.

Jhon Travolta confundido

Meme de Jhon Travolta confundido.

Si por tamaño o estructura de la empresa no tienes ninguno, pide tú mismo una retroalimentación (mensual es un buen punto de partida). Si trabajas con amigos, en un emprendimiento o como contractor, crea tu propio formulario y pídele a la persona a la que reportas que lo complete. Esto, además de darte información, muestra tu interés genuino por mejorar.

Tips para recibir retroalimentación.

Acá te comparto unos tips para cuando llegue el momento de recibir la retroalimentación.

  1. Escucha. No interrumpas. No todos llevamos “Meditación I y II” en la prepa o “Cómo tratar a personas difíciles” en la carrera universitaria, así que a veces nuestro primer impulso es responder o justificar algo que no nos parece justo o agradable. No interrumpas. Respira, cuenta hasta el número que sea necesario, escucha, toma notas y al final prepara tu respuesta.
  2. Solicita ejemplos concretos. Si algo no te cuadra, pide un ejemplo específico. Por ejemplo: “Dicen que no participo, pero esta semana en todas las llamadas estuve presente. ¿Me puedes dar un ejemplo de cuando no lo hice?”
  3. Evita filtros emocionales inmediatos. Esto es básico: acá la sopa se sirve fría. Deja pasar unas horas o incluso un día antes de responder.
  4. Establece feedback con frecuencias regulares. No dejes que pase demasiado tiempo sin recibir retroalimentación. No es agradable (ni sano) pensar que todo va bien y, de repente, que te digan que todo va mal o lo contrario: creer que todo va mal y descubrir que has sido elegido para recibir un reconocimiento  el fin de año por tu buen desempeño.

Cuando la retroalimentación no es clara o no es favorable.

Y si la retroalimentación no es favorable, compárala con otras fuentes: puede ser tu cliente/usuario (si existe confianza y no hay políticas que lo prohíban, yo lo hago mucho con mis usuarios), también pueden ser tus compañeros o personas que trabajen de cerca contigo y vean lo que haces en el día a día.

Recuerda: se están evaluando tus habilidades, no a tu persona. Tus habilidades no te definen, y siempre se pueden mejorar… y al hacerlo, también mejoras tú como persona.

 

Una anécdota istmeña para cerrar.

Mercado Juchitán

Mercado de Juchitán, remodelado después del terremoto del 2017. Tomado de imparcialoaxaca.mc/istmo/entregan-el-mercado-de-juchitan

En zapoteco del istmo, la palabra Xhu se usa para referirse a “extranjeros”, fonéticamente se parece a Xu’, que significa “temblor”. Cuando alguien es visiblemente de fuera, se le clasifica —discretamente— como Xhu.

Después de la pandemia, volví a tener como HQ el Istmo de Tehuantepec y, de forma ingenua, pensé que mantendría los “puntos sociales” con los que me fui en el año 2000.

El Istmo, y en particular Juchitán de Zaragoza, basa muchas de sus tradiciones en la reciprocidad y en tu participación activa y visible en cada evento social. Si no participas, no te ven y no tienes los beneficios de ser “de aquí”.

Cuando regresé al istmo en 2020, —creo que— sentí lo que sienten muchos compatriotas al volver de EE.UU.: no eres ni de aquí, ni de allá. Es una especie de limbo existencial donde para los mexicanos eres norteamericano, y para los norteamericanos, eres mexicano. Así me sentí.

No era “Xhu” totalmente, pero tampoco “de aquí”. No es sencillo volver a integrarse.

El año pasado, por fin, una vendedora me habló en zapoteco mientras buscaba fruta fresca en el mercado principal. Respondí en un torpe zapoteco… ¡Pero respondí! Y sonreí.

Ya no soy “Xhu”.

Fue un gran avance. Me queda seguir participando en las tradiciones y acumulando “puntos sociales” para, quizá en un par de años, pueda sentirme como hace 20: completamente en casa.


Se acerca el fin de año, y seguramente comenzarán las evaluaciones en muchas empresas. Recibe estos consejos, reflexiónalos y toma lo que mejor se adapte a ti.

El mundo de las TI es muy pequeño; procura cultivar la Temperantia cada vez que puedas. Eso te mantendrá abiertas las puertas de muchos lugares. Créeme… Estas canas no son de a gratis.

¡Disfruta el viaje!

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Omnia sunt communia.

@RuGI