La importancia de una bolsa de valores para empresas de innovación

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Durante años he estado promoviendo la necesidad de políticas públicas e iniciativas privadas para impulsar a México hacia una economía del conocimiento. Hay muchas visiones de cómo lograr este objetivo. En este documento propongo una acción puntual, la creación de una bolsa intermedia de valores para empresas de innovación.

Economía basada en innovación

El Foro Económico Mundial (WEF) publica anualmente un estudio comparativo de las economías del mundo. De acuerdo a este estudio, los países más desarrollados son aquellos que han transitado a una economía basada en la innovación.

La innovación es ampliamente vista como un generador estratégico de competitividad en el largo plazo. Es el único “bien” que no padece de tasas de retorno decrecientes. Esto es especialmente cierto para los países que están en la frontera tecnológica. Para ellos, la capacidad de generar productos, servicios o procesos innovadores es esencial para el crecimiento sostenido.

México debería tomar conciencia de su propio potencial innovador. Cualquier estrategia de desarrollo nacional debería incluir la meta de establecer un ecosistema que fomente la innovación [1]. Para que la innovación se consolide como una ventaja competitiva del país, no basta que se diseñe y desarrolle en México. Tiene que ser comercializada por empresas mexicanas [2]. Esto es un punto importante al pensar en la investigación y desarrollo. Es necesario que las empresas innovadoras tengan el capital y recursos necesarios para comercializar de forma competitiva sus productos y servicios en el mundo.

¿Qué condiciones requiere un ecosistema de innovación?

Habiendo fundado o participado en la creación de más de diez empresas de tecnología e innovación en México y otros países, considero que hay tres elementos esenciales para el desarrollo de este tipo de emprendimientos: profesionistas creativos, emprendedores motivados y acceso a capital de riesgo o financiamiento.

Profesionistas creativos

En las últimas décadas México se ha enfocado principalmente a la producción industrial y la maquila. El problema de este enfoque es que depende de mano de obra barata, por lo que muchos profesionistas no encuentran una remuneración adecuada. Esto deriva en que seamos el tercer mayor exportador de profesionales del mundo. A la fecha, más de un millón de profesionistas, que estudiaron en México, viven en el extranjero. Profesionales entusiastas que se han marchado en busca de mejores horizontes, mejores ingresos y entornos adecuados donde puedan desarrollar sus ideas. Esta terrible situación no puede sino provocarnos un sentido de urgencia al no poder retener el talento, que es el ingrediente principal de la innovación.

La creatividad y adaptabilidad de los profesionistas mexicanos es conocida y reconocida internacionalmente. Desde hace muchos años se nos considera mano de obra sofisticada. Pero la falta de competencia interna en las principales industrias y la falta de estímulos gubernamentales efectivos han desincentivado la innovación en las empresas mexicanas. Esto ha provocado a que no se valore competitivamente a los profesionistas e investigadores en nuestro país, al no apreciarse el valor intangible que podrían aportar a nuestras empresas y economía.

Emprendedores motivados

En países desarrollados, la innovación se lleva a cabo predominantemente por pequeñas y medianas empresas. El 60% del PIB alemán proviene de empresas de menos de diez personas y la mayoría de ellas exporta internacionalmente [3]. ¿Por qué en México no hemos logrado algo semejante? ¿Por qué, según el WEF, de 139 países, México ocupa el lugar 78 en innovación?

En el caso de las grandes empresas, la falta de innovación es en parte por la carencia de modelos organizacionales y de planificación adecuados, pero más que nada porque no tienen necesidad de innovar debido a la escaza competencia que enfrentan. De acuerdo al estudio de McKinsey “The Power of Productivity” [4], el desarrollo económico de un país y la necesidad de innovación en las empresas son ambas producto de la competencia en los productos y servicios. La falta de competencia en la mayoría de las industrias del mercado mexicano, así como la sobreconcentración y dominancia en industrias estratégicas, como son las industrias financiera, energética y de telecomunicaciones, impiden que la innovación sea un mecanismo deseable o necesario para competir. Al tener una posición dominante con barreras de entrada muchas veces infranqueables, la mayoría de las empresas exitosas mexicanas no requieren de la innovación como elemento diferenciador. Todo esto no sólo limita a que la innovación nazca y se mantenga sana en las grandes empresas mexicanas, sino que adicionalmente carecen de incentivos para integrar y adquirir tecnologías o empresas innovadoras. Esta falta de incentivo limita el mercado de los emprendedores y las opciones de salida de los inversionistas por lo que aumenta el riesgo y reduce el beneficio de innovar en México.

Por otro lado, esperaríamos que, como en muchas otras partes del mundo, fueran las empresas pequeñas y medianas las que se constituyeran en el motor de la innovación disruptiva. Sin embargo, las PyMEs en México no tienen una ruta de crecimiento saludable. Para innovar se requiere inversión; no para pensar la idea, sino para ejecutarla. Pero este tipo de empresas en México carecen de opciones de acceso a capital y por ende tienen una desventaja grande frente a empresas equivalentes en países desarrollados.

Acceso a capital de riesgo

El proceso de innovar, por naturaleza, es impredecible, su resultado es incierto y requiere de una forma de organización diferente a la de las empresas establecidas. Las empresas exitosas se organizan en torno a planes de trabajo predecibles y utilizan la información histórica para poder calcular con certeza aceptable el retorno de inversión. Desafortunadamente, esto sólo permitiría que las grandes empresas innoven de forma incremental al desarrollar nuevos productos y hacer mejoras a procesos continuos [5]. Cualquier innovación disruptiva no encuentra un terreno fértil en los corporativos mexicanos. Sin embargo, es en las innovaciones disruptivas donde se genera mayor valor. No hay la cultura, ni los mecanismos, ni los incentivos adecuados para que los grandes corporativos mexicanos innoven de esta forma.

El emprendedor en México no tiene acceso al financiamiento apropiado ni al capital de riesgo adecuado. Requiere de garantías inmobiliarias para obtenerlo. Estas garantías impiden la movilidad social, ya que solo permiten innovar al que ya tiene un patrimonio sustancial anterior. Para el emprendedor tecnológico la situación empeora, porque sus activos principales son intangibles y estos no son reconocidos ni cuantificables en México.

El capital para innovar viene generalmente de una o más de las siguientes fuentes:

  1. Pasivos - financiamiento bancario o bursátil.
  2. Utilidades - la reinversión del resultado de ejercicios anteriores.
  3. Capital de riesgo - de inversionistas externos o de los emprendedores.

Estos tres mecanismos de acceso a capital están fundamentalmente rotos en México. Si revisamos estos rubros encontraremos que las condiciones a las que está sometido el emprendedor mexicano incrementan el riesgo muy por encima del retorno esperado. Esto genera un entorno adverso que desincentiva al “emprendedor natural”: jóvenes talentosos con ideas innovadoras.

Innovación = idea + ejecución

La innovación no consiste en tener la mejor idea. Debemos estar conscientes de que en otras partes del mundo surge ideas similares de forma simultánea. La innovación exitosa es aquella que es mejor ejecutada. Al emprender e innovar, la empresa que gana y recoge la gran mayoría de los beneficios es aquella que ejecuta mejor y más rápido. La ejecución consiste en el proceso de convertir una idea de innovación en un impacto en el mercado. Desde el diseño y producción, hasta la comercialización e implantación. Para lograr una ejecución rápida y efectiva se requiere de experiencia y capital.

La experiencia puede ser subcontratada a proveedores en cualquier parte del mundo. Sin embargo, para que el retorno de la inversión pague impuestos en México y genere crecimiento y desarrollo local, las empresas que comercialicen la innovación deben ser fundadas en nuestro país. Estas empresas deben estar subordinadas a las leyes e instituciones locales, pero dependen también de la confianza internacional hacia nuestro país. Por lo anterior, el capital de riesgo extranjero rara vez es invertido en empresas mexicanas. Además de la desconfianza en las leyes e instituciones locales, hay un problema aún más profundo, la falta de estrategias de salida.

Capital de riesgo y estrategias de salida

En países desarrollados el ecosistema financiero busca canalizar recursos económicos a las empresas y personas innovadoras con las mejores probabilidades de éxito. Los mecanismos tradicionales para lograr esto son los “venture capitalists”, es decir, los inversionistas de capital de riesgo.

El capital de riesgo requiere “estrategias de salida”, formas de desinvertir y monetizar el valor incremental que se haya generado en la empresa durante el tiempo que dura la inversión. Los inversionistas de riesgo generalmente necesitan salirse en un lapso de 5 a 7 años. Esto lo logran principalmente de dos formas: vendiendo la empresa a un corporativo o cotizando en el mercado de valores. En México la venta de las empresas captura muy poco valor al haber poca competencia por comprar las empresas y por la falta de necesidad de innovar como un mecanismo de competencia de los grandes corporativos. Por otro lado, la carga regulatoria y el tamaño que debe tener la empresa para cotizar en la bolsa local lo vuelve un mecanismo de salida no viable para empresas de 5 a 7 años de edad.

El capital de riesgo en México tiene muy pocas opciones para recuperar su inversión, esto origina que la mayoría de la innovación la fondee el emprendedor. Esto limita enormemente el potencial de nuestro talento al no tener una capacidad de ejecución equivalente al de sus competidores internacionales.

Los emprendedores financiando la innovación

Para el emprendedor, el efecto de tener que aportar todo el capital de riesgo y el colateral para préstamos significa que si el emprendimiento falla, es él quien pierde todo, no tiene forma de compartir el riesgo. En casi todas las opciones de arranque, los emprendedores requieren presentar como garantía un bien inmueble de tres veces el valor del crédito; lo mismo sucede para poder obtener una fianza para rentar un oficinas o recibir un anticipo de un cliente mayor. Los emprendedores que no cuentan con un bien inmueble totalmente pagado están muy limitados en su capacidad de ejecución. El emprendedor promedio “en el mundo” es joven y aún no tiene bienes inmuebles propios.

  • La falta de un bien inmueble impide rentar locales comerciales y promueve la economía informal, que resulta ser lo único accesible para el emprendedor promedio en México.
  • Si la innovación es algo que se le vende a empresas más grandes, la cultura de pago en México que consiste en “jinetear” el dinero, le hace muchísimo daño al flujo de caja del emprendedor. Tanto el gobierno como las grandes empresas tienen políticas que retrasan sistemáticamente todos los pagos en lapsos que van desde 30 hasta 180 días. Las pequeñas empresas – sin acceso a financiamiento− se ven obligadas a financiar a sus clientes más de 60 días en promedio, y esto sin considerar los tiempos previos de venta, producción y operación. ¿Cuántos emprendedores pueden resistir esto? ¿Cuánto pueden crecer y a qué velocidad, con sus propios recursos?
  • Finalmente, si los emprendedores quieren tener acceso a capital se enfrentan al hecho de que en México no se financian ideas o equipos de personas, principalmente porque los inversionistas de riesgo no advierten mecanismos para recuperar su inversión. Aun si nuestras empresas son exitosas, no hay en México un mercado sano de compra-venta de empresas innovadoras o de acciones de las mismas.

Una consecuencia ulterior de lo que se ha mencionado es el impacto de esta problemática sobre la movilidad social. La innovación, que debería propiciar la movilidad social, sencillamente no funciona si los emprendedores necesitan bienes inmuebles y capital propio antes de innovar o emprender.

No obstante, en base a mi experiencia, el inversionista capitalista no deja de invertir en innovación mexicana porque no haya posibilidades de éxito o porque sea muy riesgoso, sino debido al bajo retorno al momento de vender su posición ya que no hay mecanismos de salida que generen liquidez en el mercado.

El resultado final es que la forma más viable de innovación en Méxi co se logra a través de reinvertir las utilidades del emprendedor. Esta mecánica tiene como grave desventaja que la rentabilidad de las pequeñas y medianas empresas tiende a ser insuficiente para ejecutar todo el ciclo de diseño, desarrollo y comercialización de la innovación de forma suficientemente rápida y competitiva como para ganar y sostener mercados locales o internacionales. La competencia en innovación es global. El que comercializa primero la idea se queda en general con el mayor beneficio. Si consideramos la misma idea siendo ejecutada en paralelo en México y en otros país desarrollado, la capacidad de ejecución de la empresa extranjera, mejor fondeada, será mucho mayor que la mexicana que tiene que usar sus propios flujos para innovar y comercializar.

Estrategias de salida

Las compras de empresas de innovación en México se valúan en promedio entre 3 y 6 veces EBITDA (utilidad antes de intereses, impuestos, depreciación y amortización). En cambio en países desarrollados ese número oscila entre 8 y 15 veces; es una diferencia abismal. La escasez de compradores, al tener México jugadores dominantes en casi todas las industrias estratégicas, impide que se genere competencia para adquirir la empresa innovadora, empujando los precios hacia abajo. Esto, aunado a la reducción de precios a proveedores, que, dicho sea de paso, constituye el deporte nacional de las áreas de compras de los clientes naturales de las empresas de innovación, redunda en una considerable merma de las utilidades y por ende, del EBITDA de las mismas. Múltiplos bajos y rentabilidad baja en el mercado local afectan de forma fundamental el retorno de cualquier inversión.

La falta de capital es el gran obstáculo para que las empresas “productifiquen” sus ofertas y puedan competir a nivel internacional. Lastimosamente, hacen y terminan haciendo productos y servicios a la medida para cada cliente, y quedan vulnerables ante los productos empaquetados que han sido desarrollados en el extranjero.

El tener un abanico más amplio de estrategias de salida beneficiaría a toda la cadena de valor al permitir que los inversionistas de capital de riesgo pudieran invertir con mayor certeza, reduciendo con ello la carga para el emprendedor y dejando la estructura corporativa más sólida para recibir préstamos. Esto fomenta la inversión en innovación, con el efecto agregado de que los inversionistas recuperan su inversión y los emprendedores retienen un parte mayor del valor generado. Esto permite a la larga un ciclo virtuoso de reinversión.

Bolsa intermedia para empresas de innovación

La solución puntual más efectiva es hacer algo que pueda ser llevado a cabo con intereses privados y que requiera de forma mínima de la intervención del gobierno. La resolución de aspectos como la seguridad jurídica, requerimientos de colaterales inmobiliarios, o inclusyo cambio de leyes y reglamentos, implica esperar muchos años, una buena dosis de voluntad política y condiciones especiales fuera de nuestro control. No podemos apostar a que esto sucederá en nuestro país, mucho menos en el corto plazo.
Por ello, necesitamos crear una bolsa de valores intermedia especializada en pequeñas y medianas empresas de innovación, con un esquema de baja regulación. Esto permitiría complementar el ecosistema actual y tendría numerosos beneficios para el país. Las siete ventajas principales serían:

Permitir la valoración y la valuación de mercado de los activos intangibles contenidos en toda innovación. Un mercado de valores público es el medio que mejor se aproxima al valor real y potencial de la innovación.

Canalizar recursos baratos a los innovadores más exitosos. Esta medida permitiría acceso no sólo a capital, sino que a raíz de esa capitalización también se abriría el acceso a créditos bancarios de bajo costo.

Aumentar la distribución de la riqueza a los emprendedores. Esto evitaría que el valor de la innovación se concentrara en los grandes oligopolios existentes. Y al final del ciclo generaría nuevos inversionistas de capital de riesgo.

Proveer un mecanismo de salida para los inversionistas de capital de riesgo, reduciendo el riesgo inherente de sus inversiones y logrando con ello un incremento en su apetito de inversión en este tipo de emprendimientos.

Mejorar la postura competitiva de las empresas de innovación frente a los corporativos multinacionales. Esto permitiría que una mayor parte de la innovación sea comercializada por empresas mexicanas y se retenga con ello los beneficios de crecimiento, impuestos y trabajos bien remunerados para nuestro país.

Reducir los requerimientos de control para hacer la oferta pública. Se buscaría eliminar el costo exorbitante que implica la regulación actual para una pequeña empresa. Esto se podría lograr utilizando un sistema jerárquico de corresponsabilidad donde la casa de bolsa o banquero de inversión que hace la oferta pública tenga la responsabilidad de gobernanza y supervisión sobre el uso adecuado de los recursos.

Fomentar la atracción de talento a través de mecanismos de opciones futuras de acciones (stock options) para empleados. Los mecanismos de opciones son el principal instrumento para atraer talento en las empresas extranjeras, ya que permiten compartir el valor incremental futuro de la empresa con los empleados clave.

Conclusión

El mundo ha cambiado. La naturaleza competitiva de un país está íntimamente ligada a su capacidad de generar y comercializar innovación. Hay una ventana de oportunidad que se ha estado cerrando, tenemos poco tiempo para salvar a México del naufragio. En general hay pocas cosas que se pueden hacer desde la iniciativa privada y sin voluntad política. Sin embargo, este esfuerzo puntual, si logra estar bien encaminado y permanecer enfocado puede tener una incidencia de fondo en nuestro país.

Hay una gran codependencia entre los elementos que impulsan una economía del conocimiento orientada a la innovación. Los profesionistas talentosos, los emprendedores motivados y el capital de riesgo deben estar disponibles y alineados. Es importante incidir en los tres aspectos de forma simultánea para generar una coevolución y un ciclo virtuoso. Considero que una bolsa intermedia para empresas de innovación cumple este propósito de forma efectiva y eficiente.

Hagámoslo por el país desarrollado en el que queremos vivir. Hagámoslo por aprovechar el enorme talento que tenemos los mexicanos. Hagámoslo por las oportunidades que nos abre como profesionales, emprendedores e inversionistas. Hagámoslo por nuestros hijos que esperan lo mejor de nosotros. Es la mejor herencia que podemos dejar. No merecen ni merecemos menos.

Este artículo es una versión editada de la nota titulada: “México: Innovar o Morir” del blog personal del autor. http://victorchapela.com/2011/03/13/mexico-innovar-o-morir/
Bio

Víctor Chapela es Presidente y Director General de Sm4rt Security Services, empresa especializada en Seguridad Informática. Tiene más de 25 años de experiencia en emprendimientos tecnológicos. y ha fundado diez empresas en México y Estados Unidos incluyendo DigiLab, Celebrando.com, TrueCentric y Sm4rt.