La Paradoja del Software y los Malditos Programadores

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Este artículo fue originalmente publicado en la Bonilista en agosto del 2015 y se encuentra disponible en http://swgu.ru/qu . Fue republicado en SG con permiso del autor.

Hay gente que no acepta que un programador pueda ganarse bien la vida haciendo simplemente su trabajo: programar.

Suele ser gente sin conocimientos técnicos, pero que sí piensan tenerlos porque leen artículos de tecnología “ya digeridos” para consumidores habituales de prensa financiera; o —peor aún— son entrepreneurs que creen que fundar una empresa “de Internet” los convierte, inmediatamente, en gurús tecnológicos.

Es fácil identificarlos porque dicen que es “imposible” encontrar buenos programadores y, cuando les explicas que lo único que tienen que hacer para encontrarlos es salir a buscarlos y pagarles un salario de mercado, se quejan amargamente de que los malditos programadores cobran mucho. Demasiado para poder crear negocios rentables.

Creen que están en la onda porque leen TechCrunch, no dejan de coleccionar contactos en angel.co, en LinkedIn y no se pierden ni un solo guateque estartupero; pero no se están enterando de lo que está pasando y, sobre todo, POR QUÉ.

Hace un par de meses, se publicó The Software Paradox (http://amzn.com/B0118ANTCQ), un libro en el que Stephen O’Grady intenta explicar durante 62 páginas lo que él llama Paradoja del Software o cómo, en un mundo donde el software es cada vez más importante, su valor tiende a ser cero. No es que O’Grady haya descubierto petróleo, pero ha documentado a la perfección la profunda transformación que ha sufrido la industria del software en los últimos 10 años, que le ha llevado a dejar de vender licencias para centrarse en vender servicios.

Pero eso no quiere decir que se gaste menos dinero en software —al contrario— quiere decir que se gasta de otra manera.

Los que se escandalizan por el salario de los malditos programadores deberían recordar la época en la que las empresas adquirían tecnología a golpe de compra de licencias. Antes, era normal que una PYME montara su propio data center, haciendo una inversión importante en servidores y en acondicionar una sala donde colocarlos, mucho antes de poder rentabilizarlos. 99% de esas empresas hoy despliegan sus aplicaciones en máquinas virtuales que escalan según sus necesidades reales.

Antes, era normal pagar cientos de miles de dólares en licencias de uso de un ERP o un CRM que no servían para nada hasta que la empresa gastaba dos o tres veces más en la consultoría necesaria para parametrizarlos y adaptarlos a sus necesidades. 99% de esas soluciones se pueden disfrutar hoy como servicio, pagando una cuota mensual.

En ese contexto, la labor principal del CIO consistía en negociar con los vendedores de soluciones, mientras que el personal de TI se rompía la cabeza averiguando cómo encajar en su proyecto la solución por la que se había pagado un dineral antes de comprobar si realmente solucionaba algo … ¿de verdad alguien echa de menos esto?

Hoy esa misma tecnología se adquiere por una fracción de su antiguo precio, gracias a productos open source y servicios de Software as a Service (SaaS). Y son esos malditos programadores con un salario desorbitado los que lo hacen posible.

El open source y el SaaS han democratizado el acceso a la tecnología y han permitido que los técnicos hoy sean los que tienen el poder —y la responsabilidad— de decisión sobre qué arquitectura se usará en cada proyecto para montar pilotos o MVPs, mucho antes de que estos lleguen al CIO.

Por eso, la industria del software cada vez contrata más evangelistas técnicos y menos vendedores de traje impecable, ahorrando millones de dólares a las empresas en el proceso.

En informática, el centro de gravedad —y de inversión— se ha trasladado del software a los programadores. El software es un activo, pero se paga por un servicio. Si aún no lo has entendido, ya vas tarde.

Los proyectos informáticos hoy son más baratos que nunca. Lo que pasa es que el dinero ya no se mueve en comidas de café, copa y puro, sino en las madrigueras y sótanos donde se solía colocar a los malditos programadores.

Si no quieres aceptarlo, busca otro trabajo con el mismo futuro que tus ideas. Por ejemplo, vender software en cajas. Suerte.

Bio

David Bonilla se dedica a crear cosas y tratar de hacer dinero con ellas, más que nada por medio de Internet. Radica en Madrid, España y es cofundador de Otogami, un servicio de búsqueda y comparación de ofertas de videojuegos. Es autor de la “bonilista”, una lista de correo con artículos para profesionistas de software.