Software Libre: Más Allá del Software

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Cuando se habla de open source, normalmente viene a la mente una palabra que engloba y conceptualiza casi todo lo que se ha dicho en los últimos años al respecto: Linux. Posteriormente, es probable que se sigan acaloradas discusiones acerca de si es maravilloso por un lado, o poco conveniente por el otro. Estas discusiones han circulado por todas las empresas que utilizan de alguna manera las TI (¿qué empresa no lo hace hoy día?) y, hasta donde yo se, aún no ha habido conciliación alguna entre ambos puntos de vista.

Sin embargo, mientras estas discusiones se llevan, y seguirán llevándose a cabo, en diferentes ámbitos el modelo open source está rindiendo frutos, probando ser una alternativa en campos tan lejanos del software como la política, los negocios, el arte y la ciencia, por mencionar sólo algunas disciplinas, como se ilustra en el siguiente caso:

Timothy Pestero, un voluntario de los Cuerpos de Paz, se propuso encontrar solución a un problema que estaba matando gente innecesariamente: el cólera. Esta enfermedad es simple de curar utilizando una solución salina intravenosa que permite la rehidratación del paciente. En los países subdesarrollados el costo de un dosificador computarizado —alrededor de $2,000 dólares—, puede ser prohibitivo de utilizar en brotes masivos, dando como resultado que la gente muera aun cuando exista la cura. Fue entonces que Timothy solicitó ayuda a ThinkCycle, un proyecto industrial con un modelo muy cercano al del open source, ya que la colaboración es abierta, y el código fuente es libremente compartido. En poco tiempo se encontró una solución, rediseñando el sistema de dosificación de tal forma que fuera intuitivo y muy fácil de utilizar incluso para personal no entrenado, con un costo de fabricación de sólo $1.25 dólares.

Open Source Everywhere – Thomas Goetz

Tal ha sido el impacto del open source como método de producción, que ya ha puesto a varios economistas a repensar los modelos económicos que motivan a las personas a producir bienes y servicios en una economía capitalista, reevaluando el impulso que hace girar el mundo en que vivimos.

Orígenes del Open Source

Antes de analizar las posibles motivaciones que subyacen en este modo de producción, definamos las características principales de un proyecto open source. Hay quienes dicen que funciona como una colonia de hormigas, en donde la inteligencia colectiva de la red supera a cualquier contribución individual. Un proyecto open source típicamente involucra un gran número de colaboradores, generalmente voluntarios, cuyas contribuciones enriquecen las aportaciones anteriores. Además, tan importante como lo anterior, el producto resultante está libremente disponible para todos aquellos que quieran accederlo. Aunque existen varios proyectos que son colaborativos y otros que son de libre acceso, sólo aquellos que cumplan ambos requisitos en un alto grado podrían ser catalogados como open source.

De lo anterior es fácil ver que el open source no es algo nuevo, y en la historia han existido muchos otros fenómenos que funcionan de la misma manera: desde finales de 1600, Isaac Newton ya había expresado sus ideales de compartir los métodos científicos y los resultados, así como “construir sobre lo que ya ha sido creado”. De igual manera, este comportamiento se observa en las comunidades Amish, en donde la colectividad se reúne para completar tareas que los individuos por sí solos no podrían realizar. El ejemplo más impresionante es el de la creación del diccionario de Oxford en el siglo XIX, proyecto a través del cual una red mundial de etimologistas creó el diccionario más grande del mundo, y fue realizado por correo.

Incluso un año antes de que Linus Torvalds comenzara con el desarrollo de Linux, el proyecto del Genoma Humano estuvo basado en el mapeo distribuido de los genes humanos, siguiendo un modelo muy parecido al open source.

Un ejemplo de cómo el open source puede ser una alternativa para resolver problemas legítimos es la Open Library of Science (PLoS), fundada por tres científicos que se preguntaban por qué si la ciencia es la búsqueda de las leyes universales de la naturaleza, las revistas científicas tienen el copyright de los artículos que publican y pueden llegar a cobrar tanto como $20,000 dólares por una suscripción anual.

En el 2003 publicaron la primera revista científica abierta: PLoS Biology. El concepto clave es su disponibilidad. PLoS emite nuevas investigaciones en línea, haciéndolas disponibles a todo el mundo, desde estudiantes de secundaria hasta científicos alrededor del mundo. Los autores están de acuerdo en dejar a cualquiera hacer anotaciones, ligas, resúmenes y cualquier otra cosa que agregue valor sin costo alguno. Las fundaciones y las agencias de gobierno cubren el costo de publicación completamente.

La economía detrás del fenómeno

Adam Smith, en su libro La Riqueza de las Naciones, plantea que todos los hombres persiguen su bien personal y, en el afán de lograrlo, la comunidad se beneficia, pues se logra un bien común. De manera simplista, lo que se ha entendido es que todas las personas buscan obtener un beneficio económico y ello es lo que los motiva a llevar a cabo las actividades que realizan, tratando de maximizar dicho beneficio.

Con la premisa anterior no resulta muy lógico esperar que una tarea por la que no se recibe remuneración alguna, como típicamente sucede en el open source, pueda ser la base para llevar a cabo cualquier actividad que implique un esfuerzo grande y de larga duración. Tal vez aquí radique la desconfianza en estos desarrollos, pues es difícil imaginar que un grupo de personas que no recibirán compensación económica puedan producir algo de igual calidad (ya no se diga superior), que quienes sí reciben pago. Simplemente está fuera de toda consideración. Y sin embargo, sucede.

Linux, Apache y Perl son una prueba de que esto puede ocurrir, y es precisamente lo que ha movido a los economistas actuales a analizar las motivaciones personales que llevan a los desarrolladores, en el caso del software, o científicos, o cualquier persona que colaboran con su valioso tiempo, a participar en este tipo de proyectos. Erick S. Raymond da una explicación a este fenómeno en su libro “La Catedral y el Bazar”. Raymond plantea que nuestra sociedad es principalmente una economía de intercambio, donde la asignación de bienes escasos se lleva a cabo de manera descentralizada a través del intercambio y cooperación voluntaria. En este tipo de economía basada en bienes escasos, el status se alcanza a través del control de los bienes. Sin embargo, este tipo de economía pierde sentido cuando hay abundancia de bienes, y entonces lo que predomina es una “cultura de dar”, donde el status se determina no por lo que controlas, sino por lo que regalas. Para Raymond, la sociedad de programadores open source es una cultura de este tipo. La abundancia de recursos como espacio en disco, ancho de banda y poder de procesamiento, además de las disponibilidad del software, hace que la única forma de medir el éxito, sea en base a la reputación entre colegas (ver “Cómo Convertirse en Hacker”, pag. 48).

Sin embargo, hay algunos economistas que consideran este punto de vista como simplista. Lo que ellos indican es que las reglas del juego están cambiando, debido principalmente a que la economía actual se basa en el conocimiento. Éste a diferencia de los bienes materiales, no se destruye cuando se utiliza. Por el contrario, con el uso se crea más y mejor conocimiento, aumentando el bien original al compartirlo.

¿Quién dijo que no hay dinero en el open source?

Es muy común que se piense en las personas que trabajan desarrollando proyectos open source como gente altruista que no busca ni desea bienes materiales, o se vean como rebeldes radicales con el único fin de atacar a sus “enemigos” comerciales y cuya mayor satisfacción sería ver a Bill Gates en la ruina sin importar que para lograrlo les lleve toda una vida sin tener mayores ingresos que los necesarios para comprar una computadora y mantener el cuerpo a rígidas dietas que permitan apenas sobrevivir para llevar a cabo su propósito.

Sin embargo, basta observar el BMW Z3 de Linus Torvalds, padre de Linux, para darse cuenta que algo anda mal con tal percepción. Este auto, su mansión de varios millones de dólares, así como el resto de su fortuna, las adquirió gracias al IPO de VA Linux (Red Hat) en agosto de 1999. En su libro Just For Fun, menciona lo siguiente:

“El open source se trata de permitirles jugar a todos. ¿Por qué los negocios, que nutren muchos de los avances tecnológicos de la sociedad, habrían de excluirse?”.

Sin embargo, a pesar del éxito comercial, a Linus Torvalds le gusta ver su creación, Linux, no sólo como un producto, sino como su contribución al mundo:

“...Y algún día, dentro de veinte años, alguien vendrá y dirá que ya es suficiente (de Linux), y comenzará un nuevo sistema operativo llamado Fredix o Diannix, sin todo el equipaje histórico. Y así es como debe ser. Pero lo que me hace increíblemente orgulloso es que, incluso cuando esto suceda, las cosas ya no serán las mismas. Lo que Linux ha hecho, por lo menos, es permitirle a la gente darse cuenta de una nueva manera de hacer las cosas, de cómo el open source realmente habilita a las personas a construir sobre el trabajo que otros han realizado. El open source ha estado ahí por largo tiempo, pero lo que Linux hizo fue ponerlo en la conciencia general. Así, cuando Fredix llegue, no tendrá que comenzar desde cero. Y así, de esta forma, el mundo se ha convertido, por poquito, en un mejor lugar.”

Bio

Artemio Mendoza es Director de Operaciones de Towa Software, empresa de Consultoría en TI, de la cual es socio fundador. Durante más de once años se ha desempeñado como consultor, gerente y director en empresas de tecnología en México y Estados Unidos para clientes como GE Plastics, McKinsey & Company, Bancomer y Alestra. Artemio tiene el grado de Maestría en Administración de TI, otorgado por el Tec de Monterrey.