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Las decisiones se están evaporando de nuestra vida: hoy nos encontramos utilizando apps y el internet para decidir qué libro leer, en dónde cenar, qué película ver en el cine, qué programa ver en televisión, qué música escuchar, en qué acciones invertir y a qué amigos felicitar. Las máquinas de búsqueda deciden cómo comenzaremos a navegar la red. Una tercera parte de los matrimonios en Estados Unidos se originan por citas en línea, un algoritmo inteligente y aprendizaje de máquina decide quiénes son “compatibles”. Las máquinas ya hacen más de lo que creemos que son capaces.
El cáncer no se remediará con un medicamento milagroso, no es un solo tipo. El problema de esta terrible enfermedad posiblemente se resolverá con aprendizaje de máquina. Se requiere un sistema inteligente, capaz de entender cuál es el medicamento apropiado para cada persona, capaz de conocer profundamente los hábitos del enfermo, sus antecedentes familiares, su DNA, su historia médica, las mutaciones de la cáncer, los resultados de otros tratamientos.
Es así que la era de “big data” finalmente está llegando a su fin. No es porque se haya implementado en la mayoría de las empresas, o porque las mismas ya hayan descubierto la riqueza de tomar decisiones verdaderamente informadas y en tiempo casi real. No, lo que sucede es que estamos entrando a una nueva etapa en donde el uso de los datos permite el verdadero aprendizaje de máquina. El conocimiento se empieza a acumular: aunque estamos distantes del auto que se conduce por sí mismo en un ambiente real, los vehículos autónomos que se están desarrollando cuentan ya millones de horas de aprendizaje, realizando la tarea de aprender haciendo.
Reflexionemos cómo hemos llegado aquí. La vida mecanizada no es lo que se pensó algunas décadas atrás. Los empleos del conocimiento están siendo más fáciles de automatizar que los de labor manual, como el trabajador de construcción. Todos esperamos robots que puedan verdaderamente realizar labores domésticas, pero esto conlleva implicaciones considerables como la pérdida de capacidades básicas del hombre, gracias a estos mismos avances.
Esta situación se presenta hoy en la industria médica y la aeronáutica, con una sobre-dependencia en sistemas informáticos. Si no hay sistema, no hay capacidad de actuar. Nunca habíamos alcanzado los actuales niveles de seguridad y confiabilidad en seguridad aérea, pero los pilotos tienen control manual de un avión solo unos pocos minutos por vuelo. Aunque hay beneficios, los pilotos están perdiendo sus habilidades básicas por el exceso de automatización. En situaciones de emergencia, no son capaces de recuperar el control y fallan en evitar accidentes.
Un debate que inició hace dos siglos está recientemente cobrando mayor relevancia: la separación entre hombre y máquina. ¿Cuándo una maquina será capaz de escribir una obra de arte? Las computadoras de hoy pueden, con facilidad, juzgar el éxito de un libro. Pero, ¿por qué no escribir un “Don Quijote”, “Las Mil y una Noches” o “Cien Años de Soledad”? Estamos en ese camino. Creo que las computadoras ofrecerán cientos de puntos de partida para que la creatividad humana llegue mucho más allá.
Los algoritmos y robots súper-inteligentes nos expondrán a sentimientos que nunca anticipamos por las máquinas. Hoy son solo búsquedas de texto muy complejas, pero la búsqueda por el algoritmo del aprendizaje de cualquier cosa es el problema clave a resolver. Esos sistemas llegarán con nuevas implicaciones éticas, políticas y sociales.
Regresemos a nuestro punto de partida. Empecemos por definir cómo evaluaremos dichas tecnologías, quien estará a cargo de la nueva Inteligencia Artificial en la organización y qué implicaciones brindan a nuestros modelos de negocio . Aún no hemos visto todos los actos de magia de la tecnología.
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